Los protagonistas de esta aventura son Raquel, Patricia, Judit, Javi, Juanjo, Álvaro, Daoiz y el que escribe estas líneas. Destino: el mítico Espigüete, la roca de la montaña palentina. El día: el último, que no el primer domingo del mes de mayo, que si hubiera sido así en la cima del pedrusco nos hubiera esperado el pan y el quesillo.
En torno a la fuente, lugar clásico de reunión de los montañeros de la comarca, planeamos nuestra expedición hacia el Anapurna palentino. Sol y sombras asomaban en el horizonte, pero con determinación (entiéndase, un par de güebos)- virtud que caracterizaría la jornada-, enfilamos la carretera camino de nuestro primer avituallamiento, la panadería de Carrión, donde hacen unos bizcochos para chuparse los dedos. Aunque de lo que nos surtimos fue del pan nuestro de cada día. Avanza la mañana y nos íbamos aproximando hacia nuestro destino. Diáfano e imponente asomaba la piedra, que momentos despúes deberíamos abordar. Antes la pregunta, ¿por dónde subirlo? .Decidimos afrontarlo por el albergue. Aparcamos y nos fuimos enfundando nuestro equipo, “tú me das cremita, yo te doy cremita”, sin faltar la camiseta naranja del club Alcubilla, que yo no pude portar por estar en fase de pruebas (después recordé que tenía una del mismo color de Port Aventura, que podía haber ido a juego).
Organizamos la logística: Javi y el otro conductor llevamos uno de los coches a Cardaño de Abajo, que a la postre agradecimos sobremanera (tiene narices que en el pueblo tuve mis problemas para dar con Javi y eso que eran dos calles). Regresamos y empezó la aventura. En la cima nos esperaba la ensalada de pasta de la Patri , que traía para nosotros pero también para todos los posibles montañeros que nos encontrásemos. Desde un comienzo se notaron ciertas disensiones ante las alternativas de ascenso, que se tradujeron en que unos subieron al albergue por el trayecto corto y empinado; y otros optaron por una ruta más larga y tendida, que con un poco de suerte nos lleva hasta la cascada de Mazobre. Más arriba del albergue nos agrupamos para continuar el trayecto juntos.
En la montaña te puedes escontrar de todo, desde águilas, corzos y también otros animales de la jungla de asfalto, como un fasero. No pudimos resistirnos a preguntarle por nuestro fasero más internacional, que no pudo o quiso acompañarnos por estar celebrando su cumpleaños, que era tres días después (ni los gitanos dedican tantos días a celebrar sus bodas). No le conocía, pero resulta lógico debido al poco tiempo que lleva en la factoría palentina y a que debe haber más gente allí dentro, que entre Villalaco y Astudillo juntos.
Mientras tanto el cielo reluciente de minutos antes, se había encapotado y las primeras gotas de lluvia amenazaban con aguarnos el día. Y como anuncio de la que se nos podía venir encima, unos fuertes martillazos alertaron a nuestro tímpano de que lo más aconsejable era abortar la misión. Pero surgieron nuevamente diferentes opciones: la de los inconscientes- seguir subiendo, para ver como evolucionaba el tiempo-, y la de los prudentes- que optaron con gran sabiduría en descender lo ascendido y dejar para otro día más despejado tan arriesgado empeño.
Y aquí se dividió el grupo. Álvaro, Javi y Rodrigo, a los que se unió un rezagado “Chao”, abordamos el temido Espigüete por la ruta de la arista. Como acompañante incordiante, el sonoro retumbar de los truenos que parecía concentrarse en el pico Murcía, el Peña Prieta y las agujas de Cardaño. Poco a poco ascendimos por el espectacular pasillo de piedra- no apto para los que padecen de vértigo- como prueba de fe, al puro estilo “indiana jones”. Al fondo se veía la cumbre, el renombrado Espigüete no parecía para tanto, no nos habíamos puesto a sudar y ya estábamos arriba. Pero como el que cuenta un chiste que no hace gracia, cuando alcanzamos el punto que creíamos la cima, descubrimos detrás otro pico rocoso mucho más alto. Y así dos veces más, hasta que alcanzamos un punto, que por ver que había un poste (al que no tardó Álvaro ni un segundo en subirse), creímos que se trataba del punto más alto de la roca. Desde arriba, se veía un pequeño chozo y lo que nos extrañó más, “ovejas” de pelaje naranja, que supusimos de la raza alcubillana (que ya empieza a ser autóctona de la zona). Metros antes, desfilamos entre las ya demasiadas placas conmemorativas de los que dejaron su vida por llegar a donde nosotros estábamos; la mayoría de desconocidos, pero por desgracia ya alguna de conocidos y amigos. La cumbre nos recibió con las únicas gotas que nos mojaron en todo el camino, lo que provocó que nuestra estancia allí fuera breve, pero intensa. Las consabidas fotos de grupo, otra con la pancarta del club Alcubilla y un sencillo memorial por nuestros amigos Juanma y Alberto . Afrontamos el descenso, que si en principio parecía “pan comido”, a la postre fue mucho más duro que el ascenso, al menos para los que padecemos de sobrepeso tipo I (toda la semana estuve con una agujetas de agárrate y no te menees). Álvaro y Javi demostraron su gran adaptación al medio, y si no fuera por esperarnos en media hora ya estaban tomando su cervecita en Cardaño de Abajo. El descenso rompepiernas y también culos ( y si no pregúnténselo a mi pantalón) llegó a su fin. Y ya en el pueblo cogimos el transporte para reencontrarnos con el resto de la expedición en el puente Agudín, que no de Don Guarín, donde nos dispensaron todo tipo de agasajos. La fresquita cerveza con limón, las anestesiantes aguas del río aptas para adormecer las doloridos pies y las destrozadas piernas, y lo más importante, la ensalada de pasta de Patri, que si no comimos arriba, al menos nos esperaba abajo, con todo el resto de avituallas traídas de nuestras casas.
De regreso el gran chaparrón descargado en Guardo, como si no hubiese llovido en meses, nos hizo pensar en lo que nos podía haber pasado arriba en la montaña, sin más protección que nuestro cuerpo –probablemente, Raquel fue la única en no hacerlo, aprovechando el viaje para echarse una cabezadita-.
El Zeus, no el del Olimpo, sirvió como punto de intercambio de impresiones y como buen colofón de la jornada. Por la noche a descansar y al día siguiente, agujetas.
P.D. Mi agradecimiento a los del club Alcubilla por acogerme. Me lo he pasado genial y habrá que repetirlo.
Eso sí, con mejor tiempo.
Gracias Rodrigo, por supuesto que lo repetiremos
Ya tenemos disponible la crónica del Espigüete
ResponderEliminarGracias Rodrigo!!
Claro que lo repetiremos, y algunos subiremos al Espigüete por la arista este no tardando!!
ResponderEliminarLa parte de la crónica de los que no arriesgamos a subir.....2 horitas en la terraza de puente agudín, disfrutando del solillo que salió y acompañados de unas cervecitas bien frescas!!!