Hay días que te levantas de la cama y luego piensas que bien
habría hecho quedándome en ella. Probablemente eso es lo que pensó Álvaro, tras
aventurarnos el sábado 25 de enero por vigésimo … no sé, ya he pedido la
cuenta, intento de ascender el Torreón de Valdecebollas y después de haberse metido entre pecho y
espalda una buena chuleta, según él, y tan solo cuatro horas de sueño.
Todo empezó, como es frecuente, en la plaza de Astudillo. No
había helado, buena noticia. Chao, Álvaro y el que suscribe embarcaron destino
a Brañosera. A medida que el perfil de la montaña se nos iba aproximado éramos
conscientes de los grises nubarrones, que no hacían presagiar nada bueno. Las
quitanieves habían limpiado la carretera hasta el primero de los aparcamientos.
No parecía día de grandes aglomeraciones. Un solo coche nos precedía en nuestra
aventura. Sin necesidad ajustamos nuestro vehículo al ya existente y en un
periquete nos pusimos rumbo al albergue abandonado o malograda estación de
esquí del Golobar.
Nos esperaban algo más de tres kilómetros y los comenzamos
con botas, pero la abundante nieve nos obligó a terminarlo con raquetas. En el
Golobar nos encontramos con los montañeros del otro coche, con buena
camaradería cruzamos unas palabras y nos tildaron de chiflados al hacerles
partícipes de nuestra intención de subir al Valdecebollas. La verdad es que el
día había empeorado sustancialmente, aguanieve y niebla no invitaban a disfrutar del ascenso.
Pero los alcubilleros somos gente dura, muy dura, y también algo inconsciente,
así que nos encaminamos hacia la cumbre, 400 metros por encima de
donde nos encontrábamos. Si bien es cierto que para el ascenso se nos unió un
cuarto miembro al equipo, que a la postre resulto ser decisivo para acometer
nuestro objetivo. Se trataba de un perro. Por sus ascensos rápidos, sus caídas
en rodillo, sus revolcones en la nieve, sus deslizamientos de culo observamos
que se lo estaba pasando en grande. Al animal le dio tiempo a subir al Torreón
y bajar al menos dos o tres veces, pero como buen compañero de cordada mantuvo
el ritmo de la marcha, sin querer demostrar su sobrada capacidad. Con gran
esfuerzo y no poco frío alcanzamos el collado
Sestil (2042 m ),
pero a la ya difícil situación metereológica se añadió un nuevo plus, un viento
huracanado que parecía arrastrar nuestros cuerpos como si se tratase de hojas
caducas. Abortamos nuestro plan inicial. La cumbre del Valdecebollas se nos
volvía a resistir; a pesar de tenerla a un tiro de piedra, la niebla nos
impedía la vista.
Emprendimos el descenso. Cansados, empadados y helados alcanzamos
el deseado aparcamiento. Al llegar se había llenado todo el parking de coches y
de familias que venían a disfrutar de la nieve. Con celeridad nos cambiamos de
ropa, ¡hasta los calzoncillos estaban empadados !. Nos despedimos del perro
golobareño, con el que Chao había hecho buenas migas. Y nos dirigimos al San
Roque para tomar un buen café calentito y poder disfrutar del avituallamiento
reservado para la marcha. Pero ¡quién tenía valor para quitarse los guantes!.
Esa fue la razón de que no haya mucho material gráfico de esta ruta.
Ya por la tarde todo cambió. En Astudillo el tiempo era una
bendición, no hacía frío y ni siquiera hacía viento. Punto de encuentro el bar
Bronx. Ismael, puntual, hacía de anfitrión para los otros miembros del club y
para los amigos, que habían querido acompañarnos en esta nueva edición de la
ruta nocturna y con esta ya son tres años.
El recorrido empezó en la ribera del Pisuerga para hacer cima en ALCUBILLA, a partir de aquí bajo la orientación de Luis Angel, llegamos hasta el borde de Valbonilla y atravesando los recién sembraos llegamos hasta el camino que nos lleva a Pedrosa donde paramos a reponer fuerzas en el bar y dar cuentas de las viandas que teníamos allí preparadas.
Básicamente tener una excusa para darnos una buena cena. Vamos
como el resto de eventos de club, no es algo que salga de lo normal. Esta aventura fue mucho más acogida que la de por la mañana, nos juntamos Javi Vargas, Varona, Juchi, Raquel, Tato y Laura, Illana, Javi y Luis Angel Pérez, Ana Manso, el futuro papá Juanjo, Ester, Churrero, y los tres valientes montañero: Chao, Alvaro y Rodri.
El recorrido empezó en la ribera del Pisuerga para hacer cima en ALCUBILLA, a partir de aquí bajo la orientación de Luis Angel, llegamos hasta el borde de Valbonilla y atravesando los recién sembraos llegamos hasta el camino que nos lleva a Pedrosa donde paramos a reponer fuerzas en el bar y dar cuentas de las viandas que teníamos allí preparadas.
Nos vemos en la siguiente
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