Sábado de 15 de marzo. Stop. Cumpleaños de Rodrigo. Stop.
Tempranera y ya habitual reunión en la plaza de la fuente. Stop. Congregados: Chao, Javi Vargas, Judit, Javi Varona y Rodri. Stop. Salida hacia Oseja de Sajambre. Stop. Hacia las nueve y media llegada a
destino. Stop. No esperéis nuestro
regreso hasta la primavera. Stop.
Este corto y sencillo telegrama
era el que teníamos intención de enviar desde el valle de Sajambre, a las
puertas mismas del desfiladero de los Bellos horadado por el archiconocido río
Sella. Pero sólo se quedó en pensamiento, puesto que imaginábamos que en una
raquetada organizada lo único que no podía faltar era la nieve. Pues aunque no
en exceso, la nieve no decepcionó por su ausencia y pudimos disfrutar de un
espléndido paseo por las montañas leonesas.
Nos convocaron en el pueblo de Oseja, capital
del valle de Sajambre. Las diez y media se antojaba una hora un tanto
vespertina para el inicio de esta actividad, pero para los alcubilleros no hay
plan suficientemente pronto como para desanimarlos. Una Judit, concentrada en
la conducción, nos guío puntualmente al valle cantábrico ,y durante el sinuoso
descenso por el puerto del Pontón comprobamos que los Red Bull no te dan alas,
como publicitan, porque si no nos hubieran adelantado sin necesidad de estar
chupando rueda todo el trayecto.
Llegamos con tiempo, mucho tiempo, suficiente
para confirmar inscripción, desayunar tranquilamente, comprar nutrientes en una
tienda y comprobar decepcionados que el hermano de Calleja no hacia apto de
presencia mas que en el cártel que promocionaba la actividad, aunque no faltó
un guía con curiosas botas de montaña, de esas que nos ponemos
todos nada más levantarnos de la cama.
¡Claro! No podían ausentarse las
pilotos de la escudería Red Bull que, aunque monas, no alcanzaban el nivel de
los ángeles de Victoria Secret. Tampoco éstas iban promocionando lencería, sino
“¿de qué lo quieres, de frutas del bosque o de lima?”, los nuevos sabores para
hacer tragables el ya imbebible brebaje del toro de Vettel. Si alguno quiere
uno, yo todavía tengo dos en el frigo. Aunque no dejo de preguntarme cómo
habrán llegado allí.
¡Vamos al tema! Se inicio la
raquetada con la presentación, al estilo campamento de Lebanza, pero más cutre.
Por su puesto no podía faltar el de las zapatillas de andar por casa. Debe ser
costumbre caminar en el pueblo ir con ese calzado. Siguieron los consejos y se
dio el pistoletazo de salida. Y como si se tratase de una carrera de los autos
locos, con el Tierno Doyuna y el patán Risitas a la cabeza de la marcha, nos
lanzamos al puerto del Pontón una vez más, esta vez hacia arriba.
Con milimétrica coordinación nos
indicaron donde estacionar el buga y ya todo dispuesto para el arranque del
paseo. La primera impresión no siempre es la correcta y es que aparentemente no
había nieve suficiente como para sacar las raquetas, pero a los pocos metros de
ascender ya se hizo necesario el sacarlas de las mochilas y enfundárnosla para
casi la totalidad del paseo.
Si al comienzo de la marcha, dudábamos de
nuestras cualidades de raquetistas, al final teníamos nuestra moral por las
nubes, ese mañana casi inexistentes, pues tal era nuestra desenvoltura y nivel
físico que pronto nos vimos tirando del resto de participantes. Aunque claro no
era difícil, cuando entre ellos iban retacos de no más de cinco años y sabios
montañeros de más de setenta.
Disfrutamos de un paseo espectacular, nos
quedamos con ganas de alcanzar la cumbre del pico Pozúa (1908 m), a cuya sombra
almorzamos (el resto comieron) y caminamos (ya sin raquetas) entre los
riachuelos, que metros más abajo dan forma al río Sella, en el barranco del
Infierno.
Como testigos de nuestra aventura los
impresionantes Picos de Europa, esa colosal masa pedrera, que no por gigantesca
deja de ser hermosa, y que rozábamos casi con la punta de nuestros dedos,
puesto que la teníamos ahí mismo, frente a nosotros.
Nada que reseñar, quizás esa sea lo más
destacable (bueno a Rodrigo se le olvidaron
nuevamente las polainas, aunque esta vez sin consecuencias).
A las seis de la tarde la comida en Velilla,
junto al Carrión, con tortilla, filetes empanados, pan y gajos del Sajambre,
fruta, ¡ah! y Red Bull. ¡Ja,ja,ja!. Había que coger fuerza para la noche.
Los alcubilleros somos mujeres y hombres de
retos, por eso sabemos que volveremos algún día para hollar la cumbre del
Pozúa, que casi tocábamos con nuestros palos.
¡¡¡¡¡¡ NOS VEMOS EN LA PRÓXIMA!!!!!
Varona, Juchi, Chao, Javi y Rodrigo
P.D. Me ha dicho la Mariví que por favor si alguien lleva tortilla la prepare sin
cebolla, que su hijo también tiene derecho a comer. Gracias por adelantado.
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